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Desde la grada: Crisis en el paraíso




Por Adriana Espinosa / Twitter @espinosa_2507

Este fin de semana – con mucha información aún en el aire -, se ha dado a conocer la creación de una nueva liga en Europa – ya saben cuál –, por lo que debemos hablar de cómo este exclusivo torneo podría afectar el desarrollo del futbol femenil.

Al otro lado del mundo, el pasado domingo, diferentes clubes europeos han confirmado la creación de la Superliga, torneo en el que – a 19 de abril – se ha confirmado la participación de doce equipos. Dicha liga, de la que Florentino Pérez será presidente, pretende dar inicio en agosto, únicamente entre equipos de la rama varonil. Sin embargo, será fundamental hablar de su impacto en el futbol femenino, sobre todo cuando clubes como Barcelona, Atlético de Madrid, Manchester United y Chelsea participarán en esta nueva competición.

Queda claro que la intención de la Superliga es la de seguir lucrando con la pelota para incrementar el capital de ciertos equipos, no obstante, esto no asegura una mayor inversión en las futbolistas. Por supuesto, la brecha económica se verá reflejada en el campo, donde unos podrán invertir más que otros, situación que verdaderamente puede afectar el crecimiento del futbol femenil.

Si actualmente la disparidad entre equipos femeninos es notoria, pongamos por ejemplo al Chelsea y al Leicester – recién ascendido a la Barclays FA WSL –, la diferencia entre ambos será mayor cuando solo uno de éstos se vea beneficiado por un mercado élite.

Asimismo, se han confirmado las sanciones que UEFA y FIFA pretende aplicar a jugadores y clubes que participen en la Superliga, entre las que destaca la exclusión de competiciones como la Champions, la Eurocopa y el Mundial. Al respecto, si la Superliga llega a disputarse entre equipos de la rama femenil, tal y como se pretende a mediano plazo, dichas sanciones significarían un retroceso para una rama del deporte a la que, si algo le falta, son partidos.




En un escenario hipotético, llegado al punto de una Superliga Femenina, obedeciendo a la suspensión de futbolistas y equipos, no podrían participar de la UWCL clubes como el Arsenal, Manchester City, Barcelona o Atleti. Además, potencias como Países Bajos, Suecia e Inglaterra, perderían un número importante de futbolista por jugar en esta la Superliga.

Nombres como los de Vivianne Miedema (Arsenal), Pernille Harder (Chelsea), Alexia Putellas (Barça) o Sofia Jakobsson (Real Madrid) tendrían que tacharse en la lista de convocadas. Jugadoras de un nivel futbolístico superior, que ayudan a la promoción y comercialización del futbol femenil, traduciendo su ausencia en una pérdida a nivel deportivo y económico.

Pensemos que, hoy en día, la distancia entre presupuestos, salarios y fichajes es amplia, por lo que, una Superliga Femenina solo conseguiría que un grupo selecto de futbolistas creciera, mientras el resto continuaría padeciendo de deficiencias importantes. Competiciones como la UWCL y la Copa del Mundo se verían afectadas en su competitividad pues, la ausencia de equipos y futbolistas, implicaría una dura pérdida de talento individual y colectivo.

Además, La Liga y la Serie A se han planteado la posibilidad – repito: posibilidad – de excluir también de los torneos locales a los doce equipos fundadores de la Superliga. Esto como consecuencia de la gran – enorme, en realidad – diferencia de presupuestos que tendrían entre equipos. Una decisión que, aunque se desconoce, podría trasladarse a los torneos femeninos una vez la Superliga Femenina se materialice. En consecuencia, no solo las ligas perderían talento, sino también, las futbolistas de estos doce clubes, verían reducido considerablemente su número de partidos.

Quizá, esta sea la realidad de nuestro deporte desde hace años, pero este nuevo torneo nos ha hecho más conscientes, dilucidando todo lo se ha de perder a causa de la ambición financiera. Reducción de calendarios, competiciones e inversiones, dejaría al futbol femenil donde, desafortunadamente, se encontraba no hace mucho.

Es verdad que el futbol nació como un deporte de élite, que desde hace mucho es un negocio del que millones de personas dependen, pero también se ha convertido en un fenómeno social, de lucha, de cambio, por lo que – a consideración de quien escribe – la Superliga supone un momento cúspide.

Es justo ahora cuando clubes, futbolistas y aficionados, debemos tomar una decisión sobre la dirección que queremos seguir, sobre lo que el futbol debe representar, sobre a quién le pertenece el balón.




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