‘‘Había ternura y melancolía. Nostalgia por lo que alguna vez fueron, mas ya no eran ni volverían a serlo… por más que lo anhelaran. Por más que lo intentaran’’
Alguna vez escribí una novela en la cual conté la historia de un par de enamorados que no lograron reponerse a la perversión de la rutina y acabaron por separarse sin querer hacerlo, pero sabiendo que ese era el único camino para poder salir adelante.
Al leerla me di cuenta de una cosa.
Por mucho que se burlen y tomen a juego, esa trama se parece en todo a lo que ocurre actualmente entre Tuca Ferreti y los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Lo más normal del mundo cuando un entrenador deja de dirigir a un equipo de fútbol, es que esta decisión haya sido tomada porque el colectivo cayó en un bache que los directivos consideraron irreversible o porque el sistema no dio para más.
Cualquiera de las dos razones dejan sensaciones ambiguas que pronto se olvidan.
Sin embargo, el caso de Ricardo Ferreti es distinto.
Si a merecimientos vamos, el brasileño merece un contrato vitalicio por todo lo que le ha dado al equipo.
Porque por más crédito que se le quiera dar al jugador, lo cierto es que, tanto en la derrota como en la victoria, el pastel se reparte en rebanadas del mismo tamaño.
Nadie le debe nada a nadie.
¿Entonces?
Supongo que encaja más lo del sistema.
¿Pero cómo puede ser el sistema, si hace apenas algunos meses ese misma propuesta llevó al equipo a disputar la final del mundo contra el Bayern Munich?
No. Tampoco es el sistema.
Nos daremos cuenta cuando Tuca Ferreti siga brillando con esas sus y Tigres las retome sin importar que el banquillo sea ocupado por otra persona.
¿Entonces?
La respuesta está en el mensaje de la novela citada con anterioridad.
Acá también hay ternura y melancolía. Nostalgia por lo que alguna vez fueron, pero ya no son. Ya no serán jamás.
Porque todo tiene un ciclo, y el de Tuca ya llegó.
Y no hablo de un final. Porque en esta historia, como ocurre en el amor, nunca se tiene un fin.
En caso de darse lo que parece inevitable, Tuca Ferreti defenderá otros colores y portará otro escudo. Volverá al volcán o Tigres lo visitará.
Y ese jugador que lo escuchó durante tanto tiempo, reaccionará a sus gritos porque el ser humano es así.
La carne se puede separar, mas no el instinto.
Y el instinto de este Tigres… del Tigres que Tuca creó, vivirá por siempre en la memoria, incluso, de sus detractores.
Se vaya en junio o dentro de un año. En dos o hasta en tres, lo que hay entre Tigres y Tuca Ferreti quedará registrado en el archivo del balón como una historia de fútbol que más bien fue una historia de amor.
Como un matrimonio sin fin que se tuvo que separar para seguir.
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