Nahuel Guzmán debutó con el equipo de Tigres el 19 de julio del 2014, y desde entonces ha ganado prácticamente todo lo que ha disputado.
Campeón de Liga en cuatro ocasiones; tricampeón de campeones.
Campeón de CONCACAF; finalista del mundo y de la Copa Libertadores.
Es, sin duda alguna, el mejor portero en la historia de Tigres… y uno de los mejores en la historia del balompié mexicano.
El arquero argentino llegó a cambiar la historia del conjunto felino y a darle un nuevo significado a la posición.
Porque lo más natural del mundo es que el portero sea digno de lástima; no de odio.
El hombre escogió el puesto más ingrato a desempeñar dentro del terreno de juego y lo rediseñó por completo.
Un loco en tiempos de falsos cuerdos, así lo defino.
Porque Nahuel Guzmán no solo ataja lo inatajable y hace lo impensable, sino que se divierte mientras destruye paradigmas.
Odiado porque representa todo lo bueno y todo lo malo que uno pudiera esperar de un jugador; anhelado por muchos; solo de uno… solo de Tigres.
En un juego donde la prioridad es el espectáculo, como lo es el All Stars de la MLS, el ‘Patón’ Guzmán encajaría a la perfección.
¿Pero cómo lo van a llamar, si el tipo ataja en Nuevo León y no en la capital?
¿Cómo van a aceptar, los dueños del balón, que el mejor arquero de la Liga juega en Tigres y no en alguno de los cuatro ‘grandes’?
Abracen la mentira, capitalinos. Cuéntense mil veces el invento ese de que Corona, Talavera u Ochoa son mejores que el ‘Patón’.
En el norte preferimos la verdad.
¿Juego de estrellas?
Juego estrellado, diría yo.
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