Por Hernán Cortes
El sueño en Tokio 2020 terminó para la Selección Mexicana, claro, con respecto a repetir la hazaña conseguida en Londres 2012 al ganar la medalla de oro. Sin embargo, aún nos cuesta reconocer como mexicanos el esfuerzo que significa llegar a un evento de tal magnitud y competir con los dioses, no los mejores, los verdaderos dioses.
En esta edición olímpica han sido cuestionados los atletas aztecas por obtener cuartos lugares o por quedarse con la medalla de bronce. Ninguno de nosotros realmente conoceremos lo que es trabajar cuatro años, llegar al país sede y dar lo mejor de ti para culminar fuera del podio.
¿Es poco estar dentro de los mejores 10 atletas del mundo en tu disciplina? No lo creo
México no pudo con Brasil porque la selección sudamericana fue superior a nosotros durante los 90 minutos, el tiempo complementario solamente fue un trámite para ir a los penales. Los pupilos de Jaime Lozano tuvieron la oportunidad de marcar, pero la falta de precisión y el buen trabajo de la verde amárela hizo que no cayera.
Todos queríamos el oro, obviamente, pero no hay nada que reprocharle a este equipo. Está claro que todos tienen la capacidad para competir en Europa y seguir aprendiendo de este bello deporte.
Jaime Lozano proyecta una carrera interesante para convertirse en un excelente técnico, capaz de romper con el pensamiento mediocre del mexicano, pero sobre todo para sacar a esa camada de entrenadores que solamente vende humo.
¿Triunfo o fracaso? Absolutamente un triunfo, poder estar dentro de las mejores selecciones de fútbol que compiten a nivel olímpico no es fácil. Nuestro mayor pecado es que ya probamos la miel del oro y a quién no le gustaría repetirlo; sin embargo, para eso se tiene que seguir trabajando una y otra vez.
Hace mucho que no me emocionaba desvelarme para ver un partido de fútbol con la intención de ver a mi equipo o mi país jugar. Esta selección, a diferencia de la que perdió en la Copa Oro, logró que creyera una vez más en que si lo queremos lo podemos lograr, pero con esfuerzo y dedicación; la vida no te regala nada y mucho menos el deporte.