No me gusta ser de esos amargados que son incapaces de disfrutar una victoria de su equipo sin poner peros. Menos cuando éste hizo las cosas tan de buena manera como las realizó Tigres la noche del sábado, donde Carlos González arrancó con el pie derecho, Gignac anotó y se le vio feliz, Fulgencio cumplió y algo más… Nahuel Guzmán ni siquiera se ensució el uniforme.
Sin embargo, me es imposible dar vuelta a la página sin prestarle atención al par de aberraciones que cometió el Tuca Ferreti en el trazo del encuentro.
Porque si no había argumentos contundentes que justificaran el sacrificio del Diente López, darle minutos a un impresentable Julián Quiñones fue la graduación de la negligencia.
Uno puede entender que no le dé juego a Leo Fernández. Cabe el debate y hay elementos que fortalezcan cualquier postura. Pero seguir considerando a un jugador que ha demostrado de mil maneras no estar para competir en un equipo como Tigres, ya rebasa cualquier frontera.
Veo esto como una demostración un tanto soberbia por parte del brasileño de decir: aquí mando yo, y punto.
Y está bien que mande él, ojo. En conocimientos nos da mil vueltas a todos. Pero en el mandato debe haber congruencia, y tener en el campo a un elemento que parece tener tablas en lugar de piernas, me parece un insulto a la razón.
Por el bien de Tigres y del propio Julián, esperemos que ésta se vuelva una de esas columnas que algún aficionado de criterio noble enrolle y me dé con todo en la boca al finalizar la campaña.
Que el hombre marque los goles del mundo y se vuelva titular. Que anote el tanto del título y que yo le tenga que pedir perdón una… y dos… y tres… y mil veces, si es preciso.
Pero el fútbol se vive noventa a noventa, y en los últimos noventa (o cierre de) que jugó Quiñones, volvió a evidenciar carencias imperdonables para un jugador de Primera División.
PD. ¿Alguien sabe dónde se tramitan las becas? Me interesa una para el uruguayo de la casaca número 17.