Dejamos fuera la polémica para entrar en la historia. En la historia de un equipo, de un club, que hoy consagra su segunda estrella. La historia de una líder, de una capitana inquebrantable, que soportó el dolor para alcanzar la gloria. Hablamos de la historia, del sueño de una mujer que, a través de romper muros, se ha encontrado con la victoria.
Bajo el cielo de Nuevo León, cuna del futbol mexicano contemporáneo, en un Volcán a punto de estallar en euforia, Monterrey acudía a una de las citas más importantes con su destino. Portando el gafete en el brazo, Bernal enarboló el signo de capitana por lo más alto. Acostumbradas a su voz de mando, a su incansable talento, pero sobre todo, a su ejemplar juego, la número ‘4’ sabía que, en estos partidos, se vale rozar los límites, e incluso llevarlo al extremo. Justo como hizo con el corazón de la afición, que sintió la vida detenerse después de aquel durísimo encuentro con María Sánchez. La pierna de Bernal fue atropellada por la jugadora de Tigres, en una dramática escena que remarcaría el papel de Rebecca en este capítulo del futbol. Contra toda esperanza, la capitana volvió al campo, a jugarse todo por la causa rayada, llegando hasta los penales, en los que quedó registrado su nombre.
Bajo los tres palos, porque el futbol, como la vida, siempre da revanchas, Godínez no tuvo temor de la grada local. Muy por el contrario, llegado el momento, la encaró con valentía, quizá, con un poco más que eso. Durante noventa minutos, Alejandría soportó el peligro que las Amazonas pudieron representar, aguardando estoicamente en el fondo. Sin embargo, con el mismo temple que Godínez, Santiago consiguió mantener la paridad del marcador para definir todo desde los once pasos. Ahí, sobre la línea de cal, al filo de la línea blanca, Alejandría aguantó, trayendo la esperanza a su equipo cobro tras cobro. La mejor futbolista de la última temporada no podía fallar pero, aun con el gol anotado por Mercado, Godínez confió en sus pasos. Jugando bajo el travesaño, con apenas un vistazo al papel, la cancerbera rayada descifró, más todavía, anticipó la intenciones de Ovalle y Antonio, revelando los trucos de magia que, esta noche, simplemente no han podido ser.
Claro está que, esa ilusión, ese coraje, esa determinación, pese a haber existido siempre en cada futbolista, necesitaba de una revolución para consagrase. Eva Espejo ha sido siempre humilde en sus palabras, pero su trabajo, en apenas una temporada, no puede recibir menos halagos, ni un agradecimiento menor. De aquella copa en 2017, a la primera mujer en dirigir un equipo ganador de liga, Espejo nos han enseñado, a su plantilla y a toda la afición en general, a trascender. Un discurso que nace de creer, pero que se trabaja en el esfuerzo y en la perseverancia. Su juego jamás fue el dominador, el de las prolongadas posesiones o escandalosos resultados. En realidad, todo ha sido lo que hemos podido sentir y ver esta noche en el Universitario. Una filosofía de juego basada en el orden, la confianza y el anhelo; de entender que, ganar va más allá de los goles. Porque hoy ganó el cuadro más constante, el que agradecía la derrota porque le permitía aprender, el que fue más paciente con el balón, y con la historia.
Rayadas de Monterrey firma su segundo campeonato, honrando la filosofía de una directora técnica histórica, como siempre lo será Eva Espejo. El trofeo es la dicha de las campeonas, de su afición, que desde el día uno supieron confiar. Pero, sobre todo, es el mensaje de Espejo el que ha de llegar a todas esa niñas, mujeres, personas en general, de querer, intentar y perseverar hasta derribar esos muros pues, detrás de ellos, está aquello que deseamos.