Un día como hoy, pero de hace 25 años, miles de niños aficionados al equipo de Tigres celebraron algo muy distinto a lo que festejaron los privilegiados por haber sido chicos en el año 2011, por ejemplo, cuando Tigres acabó con 29 años de sequía y se proclamó campeón en el ‘Volcán’ Universitario, tras derrotar al Santos Laguna por un marcador global de cuatro goles contra uno.
O en 2015, cuando Tigres, con más sufrimiento de lo esperado, se bordó la cuarta estrella en C.U., ante los Pumas de la UNAM.
¿Qué me dicen de la navidad del 2016 y del inolvidable 10 de diciembre del 2017?
Del verano del 2019 y de la CONCACHAMPIONS del 2020, o los que en 2021 seguramente faltaron a clases para ver a Tigres disputar la final del mundo ante el Bayern Munich.
Los que fueron chicos en la década de los noventas, un primero de junio de 1997, para ser preciso, festejaron algo muy distinto a todo lo anteriormente mencionado.
Festejaron un bicampeonato que puso punto final a la extraña pesadilla de jugar en Segunda División.
Y digo extraña pesadilla porque si bien a todos los aficionados les dolía ver a Tigres jugar en Primera ‘A’, cuentan, quienes tuvieron la oportunidad de acompañar al equipo en esos tiempos, que el ambiente que se vivía partido a partido era algo muy distinto a lo acostumbrado.
Ahí nació la pasión que hoy caracteriza a todos los hinchas de la ‘U’ de Nuevo León.
Antes de los fichajes caros y del glamour de contar las estrellas del escudo, hubo un equipo que supo ser feliz en tiempos que parecían condenados a la amargura.
Un equipo que dio la vuelta olímpica ante el Correcaminos y volvió para nunca más caer.
En marzo de 1996 muchos creían que Tigres había muerto.
El primero de junio de 1997, no obstante, resurgió de entre las cenizas y hoy, en conjunto con sus aficionados que en ese entonces eran niños y que hoy muchos de ellos ya hasta son padres de familia, son el equipo más pasional y uno de los más ganadores en la historia del fútbol mexicano.
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