Cuando llegó Miguel Herrera al equipo de Tigres, una de sus primeras promesas fue darle mayor oportunidad a los jóvenes.
Además del fútbol ofensivo y los ‘chingo de goles’, claro.
Sin embargo, ya está por culminar su tercer torneo al frente del conjunto felino y no ha habido un solo canterano que se haya consolidado.
¿Por qué?
Porque no es fácil sacar a futbolistas interesantes de la noche a la mañana.
Por eso.
Porque no basta con tener talento para llegar a Primera División y consolidarse.
¿Buenos jugadores?
Seguro los hay.
No tengo duda de eso.
El problema es que Tigres llevaba muchísimos años sin prestarle atención a sus fuerzas básicas.
Por mucho que Miguel Herrera quisiera recurrir a los chicos, era complicado porque no llevaban un proceso adecuado.
Algunos jugadores incluso terminaron retirándose muy jóvenes, porque Tigres no solo no les daba oportunidades para sumar minutos con el primer equipo, sino que, por ser dueños de su carta, pretendían venderlos a un alto costo, y, como era de esperarse, nadie se animaba a ficharlos.
¿Entonces?
Nada.
En Tigres los canteranos parecían estar condenados a un sueño guajiro, y aunque esta directiva ha manifestado querer ayudarlos, el abandono de años no se repara de la noche a la mañana.
¿Debemos reprocharle a Miguel Herrera el no haber cumplido con su palabra frente a los muchachos?
Sí y no.
Sí, porque prometió algo que no estaba seguro de si lo podría cumplir.
No, porque Tigres no tiene una estructura sólida para materializar prospectos interesantes.
El negocio del Universitario de Nuevo León no es formar jugadores para luego venderlos.
Y está bien que no sea así.
No están obligados a hacerlo.
Y si quieren cambiarlo, tardará su tiempo lograrlo.
¿En resumen?
La deuda de Miguel Herrera, frente a los canteranos, es un tema solo de palabra.
Hasta ahí. La falta de oportunidad pasa más por un tema de estructura que de manejo del director técnico… me parece.
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