Luego de un primer tiempo para el olvido y una segunda mitad en la que Tigres se cansó de fallar, la ‘U’ le ganó 1-0 al Puebla, asegurando así jugar el repechaje en el ‘Volcán’.
El anotador del único tanto de la noche fue André-Pierre Gignac, por la vía del penal.
Un penal que se lo cometieron a él apenas y entró al campo, dicho sea de paso.
Y después de marcar el gol, ocurrió lo mismo que contra Motagua.
El francés intercambió abrazos con sus compañeros, pero no celebró con la afición.
Esto provocó que algunos hinchas comenzaran a criticarlo, alegando que por mucho bien que le haya hecho a Tigres, nadie está por encima de la institución.
¿Y saben qué?
Están en lo correcto: nadie está por encima de la institución… ni siquiera la afición.
Creer que el francés debe celebrar con ellos los goles, ya raya en lo soberbio.
A la institución lo que le conviene es que él siga marcando diferencia… y lo hace.
El aficionado va a la cancha para ver un partido de fútbol, deseando que el equipo al que le va gane.
Si el casaca número ’10’ de los felinos hace lo propio para que el club sume de a tres en tiempos en los que la derrota y el empate era lo normal, está cumpliendo a cabalidad con su labor y no se le puede reprochar nada.
Quizás sea momento de que algunos hinchas entiendan que ellos no son la institución. No son dueños de los jugadores ni les deben absolutamente nada.
Pagar un boleto no les da derecho a insultar como lo han hecho.
Capaz sea necesario bajarle un par de rayitas al ego y saber cuál es nuestro rol en el equipo.
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